jueves, 27 de diciembre de 2012

¿Qué hace una familia española con siete hijos en una isla perdida de la Micronesia?

Por amor a Dios y a su Iglesia muchas familias han dejado todo y se han ido a predicar el Evangelio a los lugares más recónditos del mundo: desde Siberia a las favelas de Brasil. Desde las ciudades más secularizadas del norte de Europa a la África profunda. Todo por gratitud a Cristo, que ha cambiado sus vidas. Este es el caso también de la familia Atienza, de Madrid, que fue enviada por el Papa Benedicto XVI en 2006 a un lugar muy complicado de situar en el mapa: una pequeña isla en la Micronesia.

David y Maruxa, junto con sus siete hijos y el que está ya en camino, son una de las cientos de “familias en misión” enviadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI, que viven su fe en el seno de la Iglesia y que han hallado su vocación en el Camino Neocatecumenal, uno de los carismas surgidos tras el Concilio Vaticano II.

¿Dónde está Guam?
Esta familia madrileña de la parroquia de Santa María del Monte Carmelo desarrolla su labor misionera en la isla de Guam. David explica que este lugar “es parte del archipiélago de las Marianas y se encuentra en el océano Pacífico en la Micronesia. Durante más de 300 años fue una colonia española que fue transferida a EEUU en 1898”. Además, afirma que “las gentes de Guam son variopintas. Los locales se llaman chamorros pero hay población filipina, japonesa, coreana y del resto de Micronesia: chuquises, palauans o yapises”.

Pero, ¿cómo llegó una familia española a un sitio como éste? Ellos explican con naturalidad que ha sido una respuesta a una llamada de Dios. Maruxa relata que después de casarse mientras trabajaban y terminaban el doctorado “nos dimos cuenta de que el vino se había acabado, que el amor humano no iba a llegarnos para vivir el resto de nuestra vida así que fuimos sinceros el uno con el otro y recurrimos a la Iglesia, que nos había prometido renovar este amor”.

“Te llevaré con alas de águila”
Así fue surgiendo esta vocación de anunciar el Evangelio en todo el mundo. Ellos lo vieron como algo natural. Dice la Escritura, tal y como nos recuerdan: “Te llevaré con alas de águila y yo te alimentaré, te saciaré y yo seré tu Dios”. Entonces, “¿cómo te vas a negar a esto? ¡Sería de tontos!”, recuerda esta madre que ya dado a luz a cuatro hijos en Guam.

David agrega que les abrió el oído “ver que Dios estaba presente en medio de nuestra absoluta incapacidad de ser padres y esposos. Que existía la posibilidad de perdonarse unos a otros en Él y que Él hacía posible el amor, la alegría y la paz en medio incluso del sufrimiento cotidiano, de ese sufrimiento opaco que quema todo matrimonio despacio, sin dar la cara”. “¿Cómo no anunciar esto a los demás? ¿Cómo no dar gratis lo que hemos recibido gratis?”.

Anunciar a Cristo con la propia vida
La pregunta que surge ahora es: ¿cuál es su labor en esta pequeña isla del Pacífico? David lo resume asegurando que la “misión que el Papa nos encomendó es anunciar a Jesucristo con nuestra vida, viviendo una vida cristiana” mientras que Maruxa insiste en que “viviendo a la luz de la fe todos los acontecimientos diarios que nos pasan y dejando a Dios que sea nuestro Padre”.

Esta vivencia y la providencia constante interroga a la gente con la que conviven, cumpliéndose así su misión. “No tienes el control de tu vida, todo es un regalo, como el trabajo de David, los hijos que tenemos, las personas que nos visitan, ayudar al Seminario…”.

Los hijos, los verdaderos misioneros
Como familia en misión que son, los hijos se convierten en una parte fundamental puesto que son los que en el día a día en el colegio y con sus amigos evangelizan de forma silenciosa e interrogan a estas familias. Asegura David que “yo me veo un impedimento para la misión. Creo realmente que son mis hijos los verdaderos misioneros y que nosotros, mi mujer y yo, hemos venido aquí simplemente a encarnarlos a ellos en esta tierra. Sin embargo, veo que Dios usa lo que no vale aunque uno se crea que vale algo”.

De este modo, el cabeza de familia considera que “mis hijos tienen esa experiencia también: que Dios provee, que nunca falta de nada, que se es feliz cuando se tiene a Cristo y que no hay nada más importante que anunciar el Evangelio a los demás, sea donde sea. Te impresionaría ver con que naturalidad los niños entienden la misión”.

La mujer salvada del suicidio
Estos años en Guam también les ha permitido ver la acción de Dios en innumerables ocasiones. “¡Somos testigos de tantos milagros!”, afirma Maruxa, que añade que “vivimos una vida de aventura”. Estos milagros los han podido ver tanto en su familia como en los demás. Ponen el ejemplo de “una mujer con cinco abortos de la juventud. Cristo la salvó del suicidio porque alguien nos llamó y la acompañamos durante un tiempo hasta que se confesó después de 30 años. Ella se sintió perdonada. Esto es un milagro, que la gente escuche el Evangelio y repercuta en sus vidas, pidiendo perdón, que quieran cambiar, que empiecen a obedecer, que abandonen un pecado…”. Sólo por esto, por salvar una vida merece la pena dejar tu casa en Madrid e irte a 14.514 kilómetros lejos de tu familia.

David también destaca otros milagros, “desde ver como Dios provee cada día hasta experimentar el nacimiento aquí en Guam de mi cuarta hija, síndrome de Down, como una gracia inexplicable”.

“Dios siempre te oferta algo mejor”
Como se puede ver la misión no ayuda solo a los “chamorros” sino que sobre todo hace bien a la propia familia, que ha experimentado la necesidad de tener a Dios presente en todo momento y en toda circunstancia. “Nosotros que veníamos de nuestras carreras profesionales, de nuestros éxitos, de nuestra idea de familia, de cómo teníamos que llevar nuestra vida y dónde teníamos que invertir y Dios viene y te oferta algo mejor, más pleno y verdadero”, dice Maruxa.

Y ante las tentaciones que tienen en la misión tienen claro el remedio: “es muy importante evangelizar, ir a las casas y molestar a la gente anunciando la Buena Noticia. Eso te ayuda a no acomodarte”. Además, su misión también consiste en ayudar a los seminaristas, impartir catequesis y en hacer lo que les pida el arzobispo de Guam.

“La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”, dijo Jesucristo. Esta premisa sigue presente hoy y queda cumplido en un mundo en el que cada rincón, por lejos que éste, la gente necesita conocer a Dios. Allí están miles de misioneros “perdiendo su vida” haciendo presente este Amor.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Kiko argüello: " Me fui a vivir a un chabola con una biblia"

Kiko Argüello en una chabola de Palomeras
Kiko Argüello en una chabola de Palomeras Camino Neocatecumenal
En primera persona. Así desgrana Kiko Argüello su conversión tras una crisis personal profunda, cómo se enfrentó cara a cara con el sufrimiento y la pobreza le llevó a encontrarse con Cristo, los primeros pasos del Camino Neocatecumenal... El iniciador de esta realidad eclesial presente en 101 naciones de los cinco continentes desvela las claves de su ser y hacer en «El Kerigma, en las chabolas con los pobres» (BuenasLetras), un libro que prologa el prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el cardenal Antonio Cañizares, y que cuenta además con un comentario de Christoph Schönborn, arzobispo de Viena. LA RAZÓN ofrece a sus lectores un adelanto de algunos de los pasajes más destacados del libro, que saldrá a la venta el martes. Los beneficios del libro inrán destinados íntegramente a la Fundación Familia de Nazaret para financiar la Evangelización itinerante.

Su juventud: «Intenté vivir como si Dios no existiera»
Fue entonces cuando se me cerró el cielo. Se me formó encima como un cielo de cemento y la vida empezó a ser muy dura [...] Había muerto interiormente y estaba literalmente sorprendido de que la gente fuese capaz de vivir cuando yo no era capaz de hacerlo. La gente se ilusionaba por el fútbol, el cine... sin embargo, a mí esas cosas no me decían nada [...] Todo esto también me lo planteaba porque sentía que tenía sobre mí como una manta mojada que me hacía buscar la verdad constantemente: «¿Quiénes somos y qué hacemos en el mundo?» Para mí no era indiferente si Dios existía o no existía, sino que era una cuestión de vida o muerte [...] Yo intenté vivir así, pero pronto me di cuenta de que, cuando la vida se hace insoportable, sólo hay una salida: suicidarse [...] En un momento trágico de mi existencia entré en mi cuarto, cerré la puerta y grité a ese Dios: «¡Si existes, ven!, ¡ayúdame porque ante mí tengo la muerte!»

El inicio de la conversión: «¡Entonces grité al Señor!»
Frecuentaba Bellas Artes y en mi curso había un cura, también pintor, y fui a hablar con él sobre esto. Todo lo que me decía me parecían cosas sin consistencia. Entendí rápidamente que el problema era la fe, y que yo solo no me podía dar la fe. ¡Entonces grité al Señor y en aquel momento, de repente, sentí dentro de mí la certeza de que Dios existía! No lo sentí como un razonamiento o como una teoría, no. Dios existía: era como un toque de sustancia.

Experiencia transformadora: «Me encontré con el misterio de Cristo cruficificado»
En Navidad iba a casa de mis padres a pasar la Nochebuena con ellos. Una Navidad, fui a la cocina y vi que la señora de servicio que trabajaba en casa de mis padres estaba allí llorando, precisamente el día de Navidad. Le dije: «Qué le pasa?». Y me contó una historia que me dejó estupefacto. Su marido estaba alcoholizado y, al llegar a casa borracho, les pegaba con un palo a ella y a los hijos o les amenazaba con un cuchillo. Tenía muchos hijos [...] Entendía que así no podía seguir y pensé: «Y si Dios me dice que tengo que irme a vivir con esa familia para ayudar a ese hombre a no beber y a salvar a sus hijos, que están sufriendo tanto?». Y así lo hice: dejé todo y me fui a vivir allí [...] Me encontré con un sufrimiento humano inaudito, una especie de Auschwitz. Dicen que después de Auschwitz ya no se puede creer en Dios... Bien, no obstante yo encontré allí una respuesta sorprendente, me encontré con el misterio de Cristo crucificado. Entendí que hay una presencia de Cristo en los que sufren, sobre todo en el sufrimiento de los inocentes. Hay gente que es inocente y está cargando con el pecado de otros, ese pecado horrible de un alcoholizado, de uno que le pega a su madre, de un hijo anormal, del incesto, etc. Eso hace que esos inocentes estén llevando con Cristo la salvación al mundo.

La semilla del Camino: «Querría irme a vivir entre los pobres»
Tenía un amigo que era asistente social y que trabajaba en las chabolas de Palomeras, y le dije: «Querría dejarlo todo e irme a vivir entre los pobres». Y me indicó un sitio: un pequeño valle lleno de cuevas, donde había gitanos, quinquis, vagabundos, pordioseros, mendigos, prostitutas viejas... una zona horrible. [...] Me fui a vivir allí con una guitarra y una Biblia. En el suelo había un colchón. Me acuerdo de que hacía un frío espantoso. Aquella chabola era en un refugio para los perros y los perros me calentaban. Dormía con cuatro o cinco perros encima, si no, me moría de frío.[...] A aquel ambiente me llevó Dios, porque yo, sinceramente, no habría ido nunca.

La Buena Noticia frente a la muerte: «¿Por qué en España un hombre quemó a sus hijos?»
¿Por qué en España un hombre mató y quemó a sus hijos? Seguramente había hecho la primera comunión, iba a misa, pero desde la universidad había dejado de practicar. Decía Juan Pablo II que si un bautizado deja de practicar y decide ser él quien dirige su vida, su bautismo queda como muerto. [...] Toda la humanidad está sometida al imperio de la muerte y tenemos que anunciarle la Buena Noticia.

El reto de la evangelización: «Siempre tiene lugar en medio de dificultades»
Para concluir, me gustaría señalar que, contado así, todo parece fácil, pero la evangelización siempre tiene lugar en medio de dificultades. Hemos sido perseguidos y expulsados de muchas parroquias. A veces no se comprende lo que es el Camino y nos confunden con una secta. Sin embargo, queremos seguir a Jesucristo y sus huellas y sabemos que la persecución es la fuente del verdadero éxito, que ella nos ayuda en la conversión. Todo lo que nos asemeje a Jesucristo es la verdad.

CARMEN Y «EL MISTERIO PASCUAL  DEL CONCILIO»
Kiko se detiene en uno de los capítulos del libro en la figura de Carmen Hernández, iniciadora con él del Camino Neocatecumenal: «Dios quiso que en aquel ambiente, hasta con chicos drogados y con los gitanos, yo me encontrase con Carmen, una misionera que se estaba preparando para ir a la India y había tenido contactos con el arzobispo Manrique también para ir a Oruro, Bolivia, entre los mineros (...). Dios ha querido que Carmen y yo estuviéramos juntos en esta obra. Carmen es muy importante para el Camino. A través del padre Farnés, que es un gran liturgista, al que había conocido en Barcelona, me puso en contacto con la renovación del Concilio Vaticano II. Siempre me ha dicho la verdad, aportando al Camino todo el descubrimiento del misterio pascual del Concilio». En la imagen, Carmen y Kiko, con Juan Pablo II.


¿Qué es el kerigma?
Kiko Argüello dedica parte del libro a explicar el sentido del término griego clave en sus catequesis: «No hay cosa más grande en el mundo que el anuncio del Evangelio. ‘‘Dios ha querido salvar al mundo a través de la necedad del kerigma''. El kerigma no es un sermón, no es una meditación. ¿Qué es el kerigma? Es el anuncio de una noticia que se realiza cada vez que se proclama. ¿Y qué es lo que se realiza? La salvación. Si hoy os anuncio el kerigma, vuelve a realizarse ante vosotros la salvación. «Dios ha querido salvar al mundo a través de la necedad del kerigma». Esta noticia que se hace presente, hace presente un acto, algo que está en acto, algo que se hace realidad. Por eso es tan importante el anuncio del Evangelio. La palabra ‘‘evangelio'' significa Buena Nueva».

«El kerigma en las chabolas con los pobres»
Kiko Argüello
buenas letras
144 páginas. 12 euros